El buen humor del Presidente/ Matices

Enrique Peña Nieto sin cumplir con promesas de campaña
que a veces [en algunas notas y columnas se dice]: “Es que no hay buen humor, el ánimo está caído, hay un mal ambiente, un mal humor social”. Pero déjenme decir en este espacio, hay muchas razones y muchos argumentos para decir que México está avanzando, que México está creciendo en distintos ámbitos, en distintos espacios, y uno de ellos es el sector turístico.
(Enrique Peña Nieto, durante la inauguración del Tianguis turístico 2016 en Guadalajara, 26 de abril de 2016).
En entrevista concedida a Rosa Elvira Vargas, del periódico La jornada, que se publicó el lunes 23 de mayo, y a pregunta expresa de la razón que tuvo para externar esa apreciación en la inauguración del Tianguis Turístico 2016, el presidente Peña respondió:
[Lo que dije, lo dije porque he] estado en eventos en los que los líderes de organizaciones empresariales han dicho que pareciera haber malestar, mal humor. Sin embargo, cuando se les pregunta: oye, ¿te está yendo mal en tu pequeño negocio, en tu negocio grande? ¿Estás teniendo problemas? A todos, en términos generales, les está yendo bien.
Así que, “a veces”, el mandatario escucha que en el país hay descontento. Y esas ocasiones no son precisamente cuando camina, como cualquier ciudadano, por las calles (como quien sale de su casa para abordar un transporte público e ir al trabajo, y se topa en la esquina con un vecino, quien le dice que se siente “de mal humor” porque acaba de ser asaltado o ha sido despedido de su trabajo). No. El presidente nos informa que los “rumores” de la desazón social los ha escuchado de los líderes de organizaciones empresariales, quienes le confían que en México “pareciera haber malestar, mal humor”.
Como si ello no fuera de conocimiento general, Peña Nieto nos dice que las noticias sobre el país las recoge de grupos privilegiados (en este caso, los líderes empresariales) y, por supuesto, en sitios exclusivos (y excluyentes), cerrados al resto de los ciudadanos. El presidente no tiene tiempo (no se lo da) para salir a la plaza pública y saber de los problemas, necesidades, miedos, aspiraciones y demandas de aquellos a quienes presume gobernar.
Al cobijo de inacabables pretextos (el más socorrido, la preservación de su integridad física, por aquello del crimen organizado) Peña Nieto no se baña de pueblo, menos cuando viaja. Doquiera que va, las fuerzas de seguridad, desde el Estado Mayor hasta el insignificante policía municipal, están ahí, listos para proteger al comandante supremo, quien se mantiene lejos, muy lejos, de los ciudadanos y cerca, muy cerca, de los opulentos que tienen secuestrado el país.
El buen humor del mandatario se nutre cuando, como él afirma, pregunta a esos patriotas líderes empresariales cómo les está yendo en sus negocios “¿Estás teniendo problemas?”, les cuestiona, y éstos, solícitos seguramente le dicen “no señor, todo va a toda m…” y por ello el señor Peña concluye que “A todos, en términos generales, les está yendo bien”. Caray, ¡Imaginemos si a México le estuviera yendo “medio mal”!
Pero corrijamos, o mejor, que nos corrija el presidente. Según afirma en la mencionada entrevista a La Jornada, actualmente “Los datos acreditan que hay más empleo que nunca. Todos los indicadores hablan de que estamos avanzando”. Pregunta entonces la reportera que, si las cosas van bien, ¿a qué atribuir el mal humor? La argumentación presidencial es una perla. Dice que, ahora, hay más libertad para hablar:
En México no hay censura de ningún tipo. Las redes [sociales] han impreso, sin duda, un cambio al sentir social, al humor social, a las formas de expresión […] En buena medida las redes se han convertido en la plaza pública, donde escuchas distintas voces y expresiones.
Por un lado, queda claro que se olvida de aquellos periodistas que, en la suya y en anteriores administraciones, dejaron la vida en el intento de ejercer su derecho a informar; se olvida también de la censura a que ha sido sometida, por su administración, la libertad de expresión, tal como fue aplicada a la reconocida comunicadora Carmen Aristegui. Por otro lado, es patente el significado que “plaza pública” tiene para el presidente: ya no es necesario debatir, deliberar, argumentar cara a cara entre individuos libres, en los sitios públicos que resultan de conquistas democráticas. Ya no. Hoy, las redes sociales cumplen esa función. Basta un mensaje por Twitter o “Face” para que el tema tratado se vuelva asunto público.
Es por ello que el presidente se comunica con el pueblo a través de Twitter (o, si acaso, la televisión), y nada más; con eso es suficiente. Cualquier alternativa está fuera del panorama. La lección es que, fallan aquellos mexicanos que no usan las redes sociales; erran porque de esa manera no saben ejercer sus derechos y asumir sus responsabilidades como ciudadanos de este país tan avanzado tecnológicamente, tan inserto en el Siglo XXI. Sí, las noticias deben tener al presidente de buen humor. Ojalá un día de estos, sin guaruras y zalameros de por medio, camine por la calle y se reencuentre con la realidad, con la verdadera plaza pública. Esperemos que, entonces, mantenga el buen humor.

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