140 aniversario de la muerte de Antonio López de Santa Anna

Antonio López de Santa Anna fue un héroe pero también un vende patrias

Sin duda alguna que el año de 1876,  es para la historia política de México, de transformaciones. Luego de 55 años largos años de tratar de construir un proyecto de nación, con la llegada al poder ejecutivo federal de México, del General Porfirio Díaz, logró darle estabilidad política al país.

El héroe del dos de abril de 1867, desde ese mismo años por la vía de la participación política intenta ser presidente, y luego de dos planes políticos, uno en 1872 y otro en 1876, por fin llegó a la primera magistratura.  En los primeros 55 años de la vida independiente  de México, vivió dos imperios-: Iturbide y Maximiliano, un par de constituciones políticas, 66 cambios en el poder ejecutivo federal, la perdida de la mitad del territorio nacional, tres invasiones militares por parte de Francia y Los Estados Unidos. En estos 55 años, el hombre  fuerte fue el xalapeño  Antonio López de Santa Anna,  quien por once veces presidente de México, durante un sexenio; en contra de los 15 años de la dictadura del abogado  Benito Juárez García.

López de Santa Anna, Presidente de México en las siguientes fechas: Del 16 de mayo al 3 de junio de 1833;del 18 de junio al 15 de julio de 1833; del 28 de octubre al 14 de diciembre de 1833, del 24 de abril de 1834 al 27 de enero de 1835; del 18 de marzo al 9 de julio de 1839;del 9 de octubre de 1841 al 25 de octubre de 1842; del 5 de marzo al 3 de octubre de 1843; del 4 de junio al 11 de septiembre de 1844; del 21 al 31 de marzo de 1847;del 20 de mayo al 15 de septiembre de 1847;y del 20 de abril de 1853 al 9 de agosto de 1855. Sin olvidar que también fue gobernador de Veracruz y Yucatán.

El México del siglo XIX, no se puede entender sin la participación política  y militar de Antonio López de Santa Anna, a pesar de la historiografía liberal que impuso al pueblo de México, unos discursos maniqueos en contra de la compleja personalidad de López de Santa Anna, es necesario hacer una análisis más responsable, que la fácil acusación de traidor de la patria. De los pocos presidentes de México, que estuvo al frente de los ejércitos muchas batallas, a veces ganándolas y otras perdiéndolas. Fue fundamental su liderazgo militar para la expulsión del ejército español asentado en  San Juan de Ulúa, así como también contra la primera intervención francesa, conocida como la guerra de los pasteles. Así como el proclamador de la República después del imperio de Agustín de Iturbide.

Como sabemos Antonio López de Santa Anna, nació en la Villa de Xalapa en el año de 1794, su padre notario y comerciante del puerto de Veracruz, fueron sus progenitores: Antonio López de Santa Anna y Pérez Acal y Manuel Pérez de Lebrón y Cortés, en su matrimonio hubo más de media doce de hijos, entre ellos Antonio: Mariana, Guadalupe, María Francisca, Manuel, Joaquín, María de la Merced, nacidos entre la cuidad de Veracruz y la Villa de Xalapa.  En el año de 1810, ingresa al  ejército del Rey . No  sólo destacó como militar sino también en  sus dotes de galán, consolidando dos matrimonios:  María Inés García Martínez de Uscanga, quien muere y casándose más tarde con  Dolores Diega Ignacia Tosta Gómez, así como tras mujeres fueron partes de su  vida sentimental.  A todos los hijo del matrimonio y fuera de el, fueron reconocidos.

Desde 1885, que salió exiliado del país, casi  por espacio de 20 años estuvo, fuera de México sin nunca perder el contacto con su país, retorna brevemente durante el imperio de Maximiliano, para ponerse a las órdenes del Presidente Juárez, oferta fue rechazada. Regresa al exilio. Con el arribo en la presidencia del xalapeño  Sebastián Lerdo de Tejeda, autoriza el regreso de su paisano y vecino en Xalapa, ya un anciano de 80 años, pobre, el 7 de marzo de 1874.

Luego de retornar a su país, dictó su tercer y último testamento, donde narra la situación de pobreza, así como los adeudos del gobierno federal por los servicios prestados, como también los inmuebles incautados por la autoridad correspondiente.  Al tenor dice: Trigésima segunda.- Declaro que son mis hijos naturales Doña Paula Santa Anna, Doña Merced, Doña Petra Santa Anna y el Coronel Don José María López de Santa Anna, la primera de aquellos, viuda de Don José María Beltrán así como Doña Merced lo es de José Arrillaga, y la otra de Estado honesto.

Trigésima Tercera.- Declaro y ruego a mis hijos que es mi voluntad aceptar gustosos el porvenir que les he legado: que no olviden jamás que todo el tiempo de mi vida preste servicios a mi patria, derramé mi sangre en honor de la República y que no me animó otro deseo que el de hacer la felicidad de los mexicanos, no habiéndolo logrado, porque el Hacedor Supremo, a otra persona tendría predestinada para ello

Sobre su muerte, sólo el periódico el Perico Verde, dio la nota del acontecimiento: Benemérito general don Antonio López de Santa  Anna, el hombre ilustre que gloria y grandeza nos diera, ha dejado de existir ayer, a la una y media de la madrugada, pobre y olvidado de muchos que hoy le deben figurar en elevados puestos. Así son los destinos de la humanidad; los hombres grandes sufren durante su vida publica y mueren en la soledad sin recoger más que el amargo frutos de las  decepciones, del olvido y casi siempre el de la miseria. Que Dios recompense los bienes que hizo a nuestra patria, y que la historia le consigne mañana una página de honor que le corresponda.

Él Xalapeño presidente, muere a los 82 años de vida, siendo el más longevos de los participantes de la guerra de independencia, muere en su cama  de su casa de la calle Vergara, hoy Simón Bolívar en el centro histórico de la cuidad de México. La mayoría de sus compañeros de armas y asonadas políticas y de gobierno, ya habían muerto, muchos de manera violentas otras por causa naturales. Pero  López de Santa Anna, le toco enterrar a  sus aliados y enemigos, como el caso de Juárez que había muerto 4 años antes.  Sus restos fueron enterrados en el cementerio del Tepeyac, en el cerro donde 1531, se realizaron las apariciones de Santa María de Guadalupe. En años de 2000, se filmó la película  Su Alteza Serenísima: https://www.youtube.com/watch?v=971mSXv2mp4.

En las memorias del Coronel Manuel María Giménez, ayudante de campo del General Santa Anna 1798-1878, escribe sobre el deceso: En su misma casa, al lado de su esposa, falleció sin que nadie lo viera, en la noche del 20 al 21 de junio de 1876. Después de su fallecimiento, y cuando el cadáver estaba de cuerpo presente en la sala de su casa, el pueblo noticioso invadió la casa desde las dos de la tarde del 21 hasta las nueve de la mañana del 22, que se depositó el cadáver en la caja mortuoria. La gente del pueblo lloraba, y no bajaron de 8,000 personas las que visitaron el cadáver; en términos que fué indispensable ocurrir á la policía para que impusiera orden. El 22, se verificó el entierro, sin que el Gobierno, que supo su muerte desde la mañana del 21, se diera por entendido. El cortejo fué decente, pues el cadáver fué acompañado por más de cuarenta coches de particulares al panteón alto de la ciudad de Guadalupe Hidalgo, donde fué inhumado. Allí reposan los restos respetables de este Caudillo de la Independencia en 1821, que fué el que la aseguró en Tampico en 1829, que fué cinco veces Presidente de la República y que, si en sus administraciones cometió algunos errores, también hizo muchos bienes y siempre estuvo desnuda su espada en defensa de la Independencia de su patria.

Guillermo Prieto, en sus lecciones de historia, escribió: Santa Anna, en sus últimos días, logró volver a la República, y vivió oscuro en la calle de Vergara, donde murió en un aislamiento tal que a la hora de su muerte, de sus amigos sólo le acompañaba un soldado, que le fue fidelísimo, así como el coronel González Muñoz que hasta su muerte lloró por él y conservó su retrato en su sombrero. Por motivos muy personales me abstengo de todo juicio sobre este gobernante, que falleció en 1876. El señor licenciado don Joaquín Alcalde, que había sido defensor de Santa Anna, y que poseía noble y sensible corazón, fue de las pocas personas que no le abandonaron.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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