El desastre ambiental en medio del disimulo

Grave contingencia ambiental en el D.F y Mancera cruzado de brazos
- en Opinión

Los enrojecidos ojos del hombre se asomaron al balcón de la tarde desde el alto mirador de la vieja carretera, ahora poco transitada, y sólo hallaron, tristes, la interminable, densa, gris cobija del cochambre celestial colgado del aire.

Todo era como si el mundo se escondiera detrás de una enorme mica traslúcida, pero suficientemente opaca para difuminar los contornos de las montañas, la enhiesta condición de los lejanos edificios y la abrumadora repetición cúbica y fea de las miles y miles y millones de casas donde millones de personas viven sofocadas por los óxidos de nitrógeno, el ozono plomizo, los vapores de las gasolinas pestilentes.

Recordó aquel personaje de Luis Sepúlveda, quien llegado de los fondos australes de la Patagonia a la ciudad industrializada y moderna, olisquea el aire con repugnancia y busca en las esquinas olvidadas de su memoria, cuál es ese olor, cuál su precisa definición, cual su mefítico perfume, y no halla sino una sola, contundente palabra definitiva y total:

—Huele a mierda.

No percibimos ya en esta ciudad los reales olores. El olfato se nos ha atrofiado, incapaz de codificar con los saltos de la memoria los aromas de una infancia olvidada en el aire enrarecido y sucio.

“…Ciudad de la risa gualda, ciudad del hedor torcido”, nos dice Carlos Fuentes quien en la paradoja de la decadencia urbana tituló su obra con aquel viejo verso Alfonsino, ¿verdad?, “…Detente viajero, has llegado a la región más transparente del aire…”

Perdida para siempre aquella ciudad cuya mayor hermosura fue su cielo azul, azul, vibrante en la claridad de la mañana o el esplendor estallido del mediodía o la placida calma de un rosedal derramado en las montañas, con los colores malva y rojo daifa, del incendio vespertino y las rodajas de universo detenidas en las nubes del anochecer.

Y como dijo Sepúlveda, hoy todo huele a mierda.

Pero lo más doloroso no es el hecho mismo de una incurable y progresiva degradación ambiental en esta ciudad de ríos, arroyos y lagunas secas. Habitantes del lodazal eso quisimos ser y eso hemos sido.

“…Aquí vivimos, en las calles se cruzan nuestros olores de sudor y pachulí, de ladrillo nuevo gas subterráneo…”

El problema hoy es la forma mezquina como queremos enfrentar los problemas. Darles la vuelta, jugar a la solución cuando la verdad nada se resuelve, porque no son los controles de emisiones vehiculares y las restricciones a la circulación el problema fundamental: el problema es haber destruido todo un ecosistema sin posibilidad ninguna, jamás, nunca por los siglos de los siglos, recuperarlo.

Este es un irremediable caso de deforestación crónica, de montes pelados de cortinas de agua imposibles para alimentar manantiales y afluentes secos. Es un problema de árboles muertos de suelos rajados, es la diferencia de vivir sobre un jardín o sobre una alfombra de papel de lija.

“…Ciudad puñado de alcantarillas, ciudad cristal de vahos…”

Pero más allá de la literatura, la crisis ambiental, “contingencia”, le llaman quienes no saben cuán contingente es la vida misma, nos pone cara a cara con la ineptitud, la imprevisión y la falta de horizonte. Nadie sabe cómo enfrentar este asunto en serio.

Como la violencia cuya ola ahoga y sofoca y mata a los hombres, el ecocidio ha ahogado y destruido el medio. No importa si en el extremo de la estupidez o la ignorancia, Tanya Muller, quien a ambas condiciones nos tiene acostumbrados desde su sitio de responsable ecológica de la CDMX, manda colocar (o no advierte cuando le colocan en el innecesario tuiteo), una tarjeta postal de tiempos mejores, cuando la luz y la transparencia azul se asoman a veces a nuestro valle.

Gracias a las acciones del gobierno… la ciudad ha dejado de ser… ha mejorado sus… está chula de bonita… puras frases mentecatas.

Y lo hace en pleno auge de las suspensiones, vehiculares, los trabajos de pavimentación y las imaginarias restricciones industriales de hornos, tahonas y calderas. Todos mienten.

De los lejanos tiempos cuando un viaje a Italia del secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, Manuel Camacho, fue interrumpido con orden de retorno in mediato por la precursora y extraña muerte de pájaros en pleno vuelo, cuyas plumas tapizaron los pasillos de la burocracia, a estas fechas, nada se ha hecho en realidad.

Se construyó un sistema burocrático y costoso para la “verificación” de los automóviles, con pretextos para hinchar las arcas de la Tesorería, sin ofrecer a cambio nada más allá de la satisfacción de un requisito de oficina. La contaminación del aire se combate con calcomanías, las del cero, las del doble cero, las de todos los días, las de a veces, las de allá cada en cuando, pero no se hace nada por frenar ni la construcción salvaje ni los afanes codiciosos de las industrias fraccionadoras y constructoras cuya voracidad nos llena de plazas, centros comerciales, edificios de veinte y treinta pisos (como esos cuya sombra cubre los jardines de Tlacopac), en zonas alguna vez residenciales y típicas, condenadas al congestionamiento, la falta de agua y la saturación de todos los servicios.

Paisaje de plumas y albañiles. La ciudad estalla de la fácil acumulación de vender a cualquier precio y la clientela aspiracional se satisface con los cientos y cientos de edificios cuyo mayor atractivo es un canal de nado en las alturas del roof-garden (llamarlo azotea jardineada es faltar al glamour de quienes odian a Trump pero piensan en espanglish), con alfombra de pasto sintético y vista al interminable polvo humeante de un cielo chato, abatido sobre nuestras cabezas, cercano al azuloso espejo de nuestra opaca condición.

Tomo estos datos del documento Informe Nacional de la Calidad del Aire, 2014 (hace tres años) del Sistema Nacional de Información de la calidad del Aire, pues como todos sabemos cuándo no podemos con la realidad la burocracia crea un sistema para medir lo irresoluble.

“Los límites normados de una hora y ocho horas de ozono fueron rebasados, respectivamente, en 100 por ciento y 96 por ciento de las estaciones de monitoreo que generaron información suficiente para evaluar el cumplimiento de norma. El límite anual de PM fue rebasado en 100 por ciento de las estaciones de monitoreo que generaron información suficiente para evaluar este indicador…”

Leo los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, de Maquiavelo, y hallo algo ilustrativo ahora, cuando los mexicanos vivimos azorrilados por el orate imperial, Donald Trump, cuya política de toallazos y pericos nos abruma:

“…La modestia no aplaca a un enemigo jamás; le hace, por el contrario, más insolente vale quizá más verse quitar algo por la fuerza, que por el temor de la fuerza.

“Si no conviene adherir por temor a las solicitudes de los extranjeros, conviene prestarse a ellas por justicia y hacer entonces, con la mayor puntualidad y más escrupuloso cuidado, lo que la equidad dicta,

“Es menester no omitir nunca el reparar los insultos hechos a los extranjeros cuando se quejan de ellos”.

DEJAR HACER…

El caso del ruso enloquecido cuyas agresiones grabadas y presumidas a una mujer y otras personas más, iniciaron la cadena de violencia con un homicidio y un linchamiento frustrado como final, es una muestra de cómo la lenidad policiaca genera problemas en lugar de prevenirlos.

“(SM).- Enardecidos por el desprecio mostrado hacia los mexicanos, por agredir a personas en la calle con cuchillo en mano y por apuñalar a un joven anoche, causándole heridas graves, un nutrido grupo de personas allanaron el domicilio de Aleksei Viktorovich Makeev para atacarlo a golpes y pedradas hasta dejarlo inconsciente, debatiéndose entre la vida y la muerte.

“Este individuo de origen ucraniano tenía como diversión grabarse insultando y amenazando a los mexicanos en las calles, para después subir sus videos en redes sociales y el Youtube con el sobrenombre de “Alex Time”, quien se afirma, estuvo recluido en un hospital psiquiátrico en Rusia.

“En 2016 la Gendarmería lo detuvo porque fue señalado por la gente a la que agrede. El extranjero estuvo preso en Chetumal, en el centro de detención y fue liberado.

“Ayer, luego de haber apuñalado a un joven que le reclamó su proceder de desprecio a los mexicanos, el ruso de Ucrania, Aleksei Makeev fue atacado por un grupo de personas, que se metió a su domicilio para atacarlo hasta dejarlo inconsciente y bañado en sangre”.

Y basta por ahora, me voy a leer Fuenteovejuna, con final feliz.
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