Opinión, expresión; periodismo, literatura/ El Cristalazo

- en Opinión

“ — “La verdad no entiendo por qué”.
Sergio Hernández mira fijamente a través de sus gruesos lentes. Los ojos negros, la cabellera resuelta, la sonrisa casi resignada. Toma con cuidado una taza de café y analiza:
— ¿Por qué si uno opina, justifica sus ideas, expone un punto de vista, de inmediato le viene encima una ola de rencor, una especie de odio porque simplemente no estás de acuerdo con algo? Es muy difícil poner las cosas en un mismo plano cuando alguien habla de cultura y otro lo hace de negocios, de dinero nada más”.
Hernández se refiere, obviamente, a su diferendo por la construcción de un estacionamiento y centro de convenciones en el Cerro del Fortín de Oaxaca, cuya edificación golpearía la de por si maltrecha condición del cerro mismo, su entorno y la congestionada vialidad de la zona, además de propiciar un aprovechamiento privado bajo el disfraz de una obra pública.

Gabino Cué, ha resultado un fiasco como gobernador de Oaxaca
Gabino Cué, ha resultado un fiasco como gobernador de Oaxaca

El secretario José Zorrilla es integrante de la familia dueña del Hotel Victoria cuya virtual ampliación queda garantizada por el nuevo Centro de Convenciones. El negocio es redondo.
Sergio Hernández vive en un amplio universo plástico.
Su obra es reconocida y cotizada. Sus aportaciones son mayúsculas, su mundo de esqueletos, animales, figuras, insectos y renacuajos, ballenas silenciosas, serpientes y ensueños submarinos, celestiales o vegetales, donde las palmeras son azules y esbeltas, en óleos de enorme formato están expuestas en muchos museos del mundo. Es –junto con Francisco Toledo, el otro coloso del arte mexicano contemporáneo– un ejemplo vivo del maravilloso arte oaxaqueño y mexicano.
Miro un catálogo. Una Guadalupana en sepia rodeada por una serpiente alada. A los pies de la virgen, bajo el ángel cuyos brazos y plumas deben sostener la media luna del cielo mágico, hay un ave extraña. A los pies de la madona se postran las decenas de figuras del pueblo prosternado.
–Lo que queremos –dice ahora Hernández, en el plural cuya explicación contiene también las opiniones y actitudes de Toledo–, es razonar, discutir, pensar en público. ¿Por qué deberíamos aceptar en silencio todo cuanto a ellos se les ocurra? No son dueños de Oaxaca, son apenas dueños de sus cosas, no de las cosas de todos”.
En la página del diario aparecen espléndidas fotografías: una casa de insólita pureza arquitectónica.
Una casa blanca, de altísimos muros con detalles de rusticidad apenas sugeridos, cuyo gusto exquisito, dimensiones y calidad apenas caben en la cifra de su calculado precio: siete millones de dólares, sin contar el mobiliario y los objetos ahí alojados; libros, obras de arte, vehículos.
Amplios ventanales tras los cuales se advierte un jardín de órganos. Cactus esbeltos, serranos domesticados en la jardinería de un simétrico orden, agua y sol; los pisos de madera resplandeciente.
La fotografía huele a caoba.
Un muro limpio y liso, una pintura roja vibrante. Cuatro figuras muy claras, otra un tanto insinuada. Son “Los músicos”; obra de Sergio Hernández cuyo colorido le causaría un poco de envidia o reconocimiento, al menos, a Rufino Tamayo.
Es uno de los salones de la nueva casa de Gabino Cué, el gobernador de Oaxaca, quien en recientes declaraciones descalificó a los pintores cuya fama se levanta como un obstáculo crítico a los planes del centro de convenciones y estacionamiento del Cerro del Fortín-Victoria.
– El gobernador nos censuró públicamente y no falta quien por quedar bien con él nos trate como si fuéramos enemigos públicos. Nos agreden verbalmente, nos amenazan de manera velada, si se quiere, pero cuando la mano del poder te señala, entonces quedas estigmatizado al menos entre ciertos grupos.
“Y eso es peligroso, hay gente muy rara; te dicen cosas, vas a un restaurante y te murmuran, te acosan, se burlan…”
Debido a esa circunstancia la Comisión Nacional de Derechos Humanos pidió medidas cautelares para proteger a los artistas. Francisco Toledo las rehusó: “…no necesito eso, ya una vez me quisieron proteger y el protector era peor…”, ha dicho.
Sin embargo el fondo del asunto es el mismo.
Para hacer una obra socialmente innecesaria se atropellan opiniones y sentido común. Se inventa una especialista de la UNESCO quien emite un fallo apócrifo; se hace una consulta amañada y escuálida cuyo resultado nada prueba, se apresuran las obras, se duplica el número de albañiles y ni aun así se acabará el trabajo impugnado.
Cué se irá en menos de un año. Con algo de pena y muy escasa gloria. A fin de cuentas su única decisión importante: recobrar el IEEPO, fue tomada en el gobierno federal.
En este caso, como en otros, él nada más fue una fachada.
********************
La concesión del Premio Nobel literario a la periodista bielorrusa Svetlana Alexiévich, de 67 años de edad, trae de nuevo una vieja e inútil discusión sobre el valor del periodismo frente a la literatura.
Hay periodistas con una notable obra literaria y literatos cuyo paso por las redacciones les ayudó a formarse en la disciplina de observar y escribir de manera inclemente e incesante.
Si alguien observa para adentro, quizá haga literatura o poesía. Si mira para afuera podría hacer periodismo, pero si sabe mirar el mundo, escribirá, tarde o temprano.
¿Cómo clasificar su obra? No es necesario. Son palabras, ideas, sensaciones.
En una de las más conocidas obras de Alexiévich, Las voces de Chernobyl, hay un pasaje realmente patético, literariamente poderoso, humanamente simbólico del desastre nuclear como espejo de todos los demás desastres de la vida.
Bajo el subtítulo de “Una solitaria voz humana”, narra la terrible vida en un hospital a donde han llevado a los contaminados por la explosión de los reactores nucleares y la dispersión de los materiales radiactivos. En 14 días muchos deberán morir. Es el tiempo para degradar un cuerpo sometido a las radiaciones.
Un hombre ha recibido una naranja. Un fruto más rosáceo y menos amarillo, menos rojizo. No la puede comer ni compartir. Está infestada por la radiación. Pero es todo cuanto la piedad humana le ha podido dar en los últimos momentos de la vida. Tener lo inalcanzable.
Símbolo terrible: a veces el último instante de la generosidad te mata.
—“No debe usted olvidar que lo que tiene delante, ya no es su marido… un ser querido, sino un elemento radiactivo con gran poder de contaminación. No sea usted suicida, recobre la sensatez”, le dice un médico a la mujer a quien le ordena no tocar al hombre en agonía, como si en otro plano la vida misma no fuera eso precisamente, un decurso en cuya temporalidad nos vamos convirtiendo en contaminantes para los demás, cuando dejamos de ser los seres queridos, los amigos, los soportes emocionales.
—Pero yo estaba loca, dice la mujer. Lo amaba, lo amaba…
Aquí la literatura es la escafandra de la inmersión en el alma humana. El periodismo es el oficio para acudir a la fuente directa de la realidad ya sea mediante entrevistas, conversaciones o simplemente el don de observar.
Pero el genio permite enlazar esos dos mundos. ¿Ficción? ¿Verdad? No importa, son emociones logradas a través de la palabra. Simbolismos, profundidad, animismo.
Lo demás son clasificaciones ociosas, como aquella de llamarle “realismo mágico” a una literatura donde hay magia pero no se pretende construir la realidad, sino la fantasía simbólica.
***************
Felicidades a quienes esta semana reciben el Premio Crónica 2015.

[email protected]

 

Comentarios

¡Síguenos!

A %d blogueros les gusta esto: